Industria y astilleros se alían para proveer tecnología a los parques de molinos del norte de Europa. El sector trabaja ya en los futuros parques eólicos marinos en la costa de España.
El caprichoso relieve marino y la regulación han obstaculizado la instalación de los parques de molinos proyectados en nuestra costa y España ha quedado rezagada en la carrera de la eólica marina. Ahora bien, y mientras eso no se retoma, la industria española aspira a convertirse en unos de los grandes proveedores mundiales de tecnología e infraestructuras del sector energético «offshore». El primer objetivo es ser uno de los primeros contratistas para las instalaciones que se van a desplegar en los próximo años en aguas de Reino Unido y Alemania.
El crecimiento de esta fuente de energía es exponencial. Sólo en Europa la capacidad instalada aumenta a un ritmo anual superior a los 1.000 megavatios (MW) y la acumulada alcanza ya los 8045,2, según cifras a cierre de 2014 de la Asociación Europea de Energía Eólica (EWEA). Las previsiones del sector apuntan a que a nivel mundial en los próximos cinco años se incremente en unos 28.000 MW, de los cuales en torno al 50% se instalará en Reino Unido y Alemania, países que ya copan el 68,9% de la potencia desplegada en el Viejo Continente.
«Esto puede hacer que el norte de España se convierta en un referente para la contratación de torres eólicas y fundaciones para esos parques alemanes y británicos», explica Orlando Alonso, presidente de Windar renovables, sociedad asturiana participada por el grupo Daniel Alonso y Gamesa. Esta empresa trabaja ya junto con los astilleros públicos Navantia en Fene (La Coruña) y Puerto Real (Cádiz) en la construcción de las estructuras de anclaje que Iberdrola usará para su arque eólico marino de Wikinger (Alemania), donde instalará 70 molinos para alcanzar una potencia total de 350 MW y que requerirá una inversión total de 1.400 millones de euros.
Este contrato adjudicado por la compañía presidida por Ignacio Galán a principios de año a Windar y Navantia supone unos ingresos de 90 millones de euros, la ocupación de 450 empleados –600 o 700 en los momentos de mayor actividad– y una carga de trabajo de 641.000 horas para la infrautilizada factoría gallega de los astilleros públicos, que se encargará de la producción de 29 «jackets», las estructuras sobre las que se asientan los aerogeneradores en alta mar, para Iberdrola. Aunque lo más importante es que, según toda la industria, puede abrir las puertas a nuevos encargos que podrían consolidar a Navantia como referente en el sector «offshore».
Más contratos a la vista
De hecho, Windar es optimista respecto a las posibilidades de adjudicarse nuevos pedidos en los próximo meses en los concursos abiertos en países europeos, y el compromiso de la firma con sede en Avilés con la planta de Navantia en Fene, que busca diversificar su actividad, es máximo. De hecho,
Alonso cree que nuevos encargos darían continuidad al de Iberdrola para Wikinger y asegurarían carga de trabajo durante varios años en las gradas de la antigua Astano. «Claramente, por tamaño y ubicación geográfica, el astillero de Fene puede ser un gran beneficiario», añade.
España, según todas las fuentes consultadas, tiene una gran ventaja competitiva por varios motivos.
El primero, la experiencia tecnológica adquirida con la enorme expansión de la eólica terrestre, campo que el país lideró a nivel mundial. Además, las factorías españolas tienen gran capacidad de fabricación en cuanto a instalaciones, y gozan de salida al mar, muy importante en esta industria «offshore» porque facilitan el transporte de los equipamientos y permite reducir los cos es. «España está a la vanguardia en I+D+i en desarrollos eólicos y es el tercer exportador del mundo de aerogeneradores», explica el director técnico de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), Kilian Rosique, quien cree en todo caso que para atender la mencionada demanda futura haría falta aumentar la capacidad productiva. «Eso sería una gran noticia», dice.
ABC